LOS REYES CAPETOS Y EL
FINAL DE LOS TEMPLARIOS Y CÁTAROS
Por:
José Márquez Ceas
MBA,
Economista
El escritor francés, Maurice Druon (1918-2009),
publicó entre 1955 y 1977 su novela histórica en siete tomos, con el título ¨Los Reyes Malditos¨. La saga escrita
por Druon trata sobre los últimos cinco reinados de la dinastía capeto y la leyenda de la maldición que el último Gran Maestre
de los Templarios, Jacobo de Molay (quemado en la hoguera el 18 marzo 1314), lanzó en
contra de sus verdugos, el Rey Felipe IV de Francia -conocido como ¨Felipe el
Hermoso¨ (1285-1314)- y el Papa Clemente V (1305-1314). A los trágicos y
sangrientos acontecimientos narrados por Druon he agregado, por tratarse de
sucesos parecidos, la persecución de los reyes franceses en contra de los cátaros, y su exterminio por
orientación de la iglesia católica romana.
Desde una hoguera en una pequeña isla
sobre el Río Sena, frente a la Catedral de Notre
Dame, Jacobo de Molay cita al Rey
Felipe IV y al Papa Clemente V, a comparecer ese mismo año (1314) frente al
tribunal de Dios, para responder por las acusaciones que condujeron a la
supresión de la Orden del Temple y a la quema de varios de sus miembros y altos
dignatarios, incluido el propio de Molay. Coincidencia o no, lo cierto es que Clemente
V muere antes de 40 días (20 abril 1314) y Felipe IV antes de terminar el año (29 noviembre 1314).
Apenas veinte años después de la muerte de Luis IX, ocurrida en
1270, los cristianos pierden su último reducto en Tierra Santa al caer San Juan de Acre en manos musulmanas
(1291). Con la caída de esa plaza termina el Reino Cristiano establecido en 1099
al triunfar la Primera Cruzada comandada por Godofredo de Bouillión. También, al caer San Juan de Acre los
Templarios pierden el objetivo declarado de ser los protectores y defensores de
los peregrinos en Tierra Santa. Para muchos historiadores este suceso marca el
principio del fin de la orden templaria.
Después de Felipe IV
sólo 4 reyes más se sucedieron en la dinastía capeto, incluyendo a Juan el
Póstumo (1316-1316) hijo de Luis el Obstinado, quien sólo vivió y reinó por 5
días. El decimoquinto y último rey capeto fue Carlos IV (1322-1328).
Blanca (1328-1345),
hija de Carlos IV y Juana de Everux, no pudo reinar porque doce años atrás
había comenzado la aplicación de la Ley
Sálica para el control de la sucesión de la corona, que prohibía que una
mujer subiera al trono francés. Esa ley había sido aprobada para evitar que
Juana II de Navarra, hija de Luis X de Francia (1314-1316), ocupara el trono.
Ya fuese por la
maldición de Jacobo de Molay, como pretende la leyenda, o por simple casualidad,
lo cierto es que varios acontecimientos trágicos ocurrieron con los últimos
reyes capetos: los adulterios de las nueras de Felipe IV; la muerte del mismo
Rey (1314); después, la muerte casi seguida de sus tres hijos: Luis el
Obstinado (junio 1316), Felipe el Largo (enero 1322), y Carlos el Hermoso
(febrero 1328), sin dejar descendencia masculina. Este hecho, unido a la vigencia
de la Ley Sálica, ocasionó la extinción de la línea directa de los capetos en
1328. El trono francés fue ocupado entonces por los Valois, una rama de los capetos.
Otra leyenda dice que
el 21 de enero de 1793, cuando la guillotina cortó la cabeza de Luis XVI, en la
llamada ¨plaza de la revolución¨ bautizada después como Place de la Concorde, una voz potente surgió de la abigarrada
multitud gritando ¡¡De Molay, De
Molay...hoy has sido vengado¡¡. Luis XVI fue llamado despectivamente ¨Luis
Capeto¨ por los revolucionarios, que equivale a decir ¨el ciudadano Capeto¨,
pretendiendo con esa denominación despojar al Rey de su carácter real. Por otra
parte, Luis XVI pertenecía a la rama Borbón
de los capetos.
Bajo el reinado de los capetos ocurrieron numerosos hechos
sangrientos vinculados a la cruzada de exterminio orientada por la iglesia
católica romana en contra de los cristianos heterodoxos del sur de Francia,
conocidos como cátaros o puros, y
también como albigenses (por su
asentamiento en la ciudad de Albi).
Los cátaros eran un movimiento de tipo social y religioso
que basaba su fe en el evangelio de San Juan. La doctrina cátara era
esencialmente gnóstica, vinculada al maniqueísmo (dualismo), movimiento
espiritual al que perteneció Agustín de Hipona antes de abrazar la religión
católica. Eran personas de valores espirituales elevados para quienes el alma
era pura, mientras que la materia física era corrupta por naturaleza.
Al fracasar las
prédicas de Domingo de Guzmán a los cátaros, se creó la Inquisición con el fin de suprimir
ese y cualquier otro movimiento religioso que a juicio de la iglesia se considerara
herético. La Inquisición fue creada por el Papa Gregorio IX (pontífice en 1227-1241)
quien también canonizó en 1234 a Domingo de Guzmán.
La persecución de los
reyes capetos contra los cátaros comenzó en la segunda década del siglo XI y
duró hasta finales de los años 40 del siglo XIII. Las primeras represalias ocurren
bajo Berenguer Ramón I, conde de
Barcelona (1018-1035) y bajo el pontificado de Gregorio VII (1073-1085).
Sin embargo, las primeras hogueras se dan en Orleans (1022),
Milán (1030) y en Tolosa (1115-1125). Ya bajo el reinado del capeto Luis VII
(1137-1180) tienen lugar varias hogueras colectivas de cátaros en las regiones
de Colonia y Lieja. Pero es bajo el reinado de Felipe II (Augusto), rey de
Francia (1180-1223), que el Papa Inocencio III (pontífice en 1198-1216) ordena
la cruzada contra los albigenses o cátaros.
Como resultado,
ocurre la masacre de Béziers (1209), donde
el jefe agresor consulta al legado papal Almalric sobre cómo reconocer a los
ciudadanos que no son cátaros, para no matarlos, y éste responde con una frase
lapidaria recogida por la historia: "Matadlos a todos, que
Dios reconocerá a los suyos".
Se cuenta que murieron en un solo día casi 17,000
personas: hombres, mujeres, niños, ancianos, cátaros y no cátaros.
Siguen, la caída de Carcassona
(1209); la conquista de Lavaur
(1211); y las conquistas de Termes y Minerve (1211). En las acciones bélicas
de 1209-1211 se llevaron a cabo numerosas hogueras en las que murieron alrededor
de 600 cátaros.
Bajo el reinado de Luis
IX (San Luis) (1226-1270) y los pontificados de Gregorio IX (1227-1241),
Inocencio IV (1243-1254), Alejandro IV (1254-1261), Urbano IV (1261-1264) y
Clemente IV (1265-1268), se consolida la represión más cruda de la iglesia
católica romana en contra de los cátaros.
El 13 de mayo de 1239, en una hoguera en
Mont-Aimé (Champaña), son quemados 183 cátaros. El 13 de marzo de 1244 son
quemados 220 cátaros en la ladera de Montségur, que la leyenda consagra como el
lugar donde se custodiaba el Santo Grial, el cual supuestamente fue puesto a resguardo
usando los pasadizos y rutas secretas sólo conocidos por los iniciados cátaros.
En 1245 la iglesia cátara es desmantelada y su jerarquía huye a Lombardía. En 1249 son quemados, en Agen, 80 cátaros. Finalmente, bajo el reinado de Felipe IV ¨El hermoso¨, se registra la última hoguera francesa de cátaros de la ciudad de Carcassona, donde son quemados 3 creyentes.
A finales del siglo XIII, el catarismo está prácticamente desarticulado en
Francia. Sin embargo, durante los primeros años del siglo XIV, el notario de
Ax, Peire Autier y su hermano Guillem, organizan clandestinamente la Iglesia
cátara en Occitania, la cual permanece vigente hasta que en agosto de 1309
Peire es detenido y quemado en la hoguera, en Tolosa, el 10 de abril de 1310.
Con la caída de los hermanos Autier, muchos cátaros emigran, cruzando los
Pirineos, hacia la Corona de Aragón para instalarse en ciudades de Cataluña y
Valencia. Entre ellos estaba Guilhem Bélibaste, conocido como ¨el último cátaro¨, quien muere el 24 de
agosto de 1321 en una hoguera en el castillo de Vila Roja-Termenès, a donde
había sido conducido como prisionero. Con la muerte de Bélibaste, queda
desarticulada la última comunidad cátara de occidente.
Una tradición conservada dice que Bélibaste,
antes de morir en la hoguera, pronunció la enigmática frase: “Después de 700 años, reverdecerá el
laurel”. Algunos simpatizantes del catarismo sostienen que esa frase encierra
una profecía que se cumplirá en el año 2021, cuando se cumplan 700 años de
pronunciada, y que el símbolo del laurel
reverdecido se refiere al resurgimiento de los cátaros y a un nuevo
comienzo para la Humanidad.
La Historia consignó con
su pluma indeleble los hechos sangrientos cometidos por los reyes franceses y los
papas de Roma contra los templarios y cátaros, como resultado del fanatismo religioso y político imperante.
Y es que el fanatismo ha corrompido al hombre en el pasado y lo sigue corrompiendo
hoy, y por esa razón debemos librar una lucha sin cuartel en su contra, sembrando
la tolerancia en el corazón y la
mente de los seres humanos donde quiera que sea posible.
(Artículo publicado en la
edición de agosto 2017 de la Revista Vox Populi, de la ciudad de Matagalpa,
Nicaragua)