LA ESCUELA NACIONAL DE BELLAS
ARTES, DE MANAGUA, NICARAGUA
Por: José Márquez Ceas
La creación de la Escuela Nacional de Bellas Artes (ENBA), en Managua,
Nicaragua, se le atribuye al escultor nicaraguense Genaro Amador Lira, allá por
el año 1938. Aparentemente funcionó como una especie de taller escultórico y
pictórico, donde la enseñanza era a base de la experiencia práctica obtenida mediante
los trabajos que encargaban algunos clientes, existiendo poca o escasa
formación académica sobre pintura y escultura. No existe información disponible
y confiable del lugar donde estaba situado el taller de Amador Lira, en la
vieja Managua.
La escultora nicaraguense de origen danés, Edith Dorthe Gron, estudió
escultura con Amador Lira en 1942, antes de proseguir en 1943 sus estudios
escultóricos en México. Edith Gron produjo numerosas esculturas y bustos de
personajes de la vida social, política y religiosa de Nicaragua, y de varios santos
y personajes de la iglesia católica. Uno de sus bustos más conocidos es el de
Rubén Darío. Gron fue autora del águila que decoró el frontis de un edificio
situado frente al Parque Frixione, en Managua, que llegó a conocerse como La
Casa del Águila, punto de referencia de la vieja Managua.
Un pintor matagalpino que me ayudó a gestionar la beca que la ENBA me
otorgó, fue Leoncio Sáenz, originario del Valle de Palxila, Matagalpa. Una
técnica empleada por Sáenz era el dibujo en cartulina con tinta china,
utilizando plumilla. Sáenz también cultivó como estilo propio las
representaciones de temas aborígenes, empleando rasgos estilizados, que utilizó
en pintura muralista y en cuadros tradicionales.
Los alumnos becados de Matagalpa en la ENBA éramos tres: William (Bill)
Hermann Kuhl (creo que era pariente de Eddy Kuhl), Carlos Castro Pao, y el
suscrito (José Márquez Ceas). Castro Pao
se regresó a Matagalpa sin terminar el primer año de estudios, por problemas de
salud.
Otros alumnos becados que conocí durante mi primer año de estudios en la
ENBA, además de Leoncio Sáenz, fueron: Noel Flores (a quien llamaban ¨El Nica¨),
Arnoldo Guillén, y César Izquierdo, de nacionalidad guatemalteca. También
conocí a César Caracas, que se especializó en el estilo muralista, aunque no
recuerdo bien si era alumno becado de Bellas Artes. Un pintor que se presentaba
muy esporádicamente era Omar De León. Por referencia supe que uno de los alumnos
destacados de Peñalba había sido el nicaraguense Armando Morales, quien después
alcanzó fama y proyección internacional como pintor; y supe que Fernando
Saravia, profesor de escultura, había sido alumno de Peñalba.
Cuando cursé mi primer año en la ENBA, en 1957, el director ya era Don
Rodrigo Peñalba. Las clases se impartían en un edificio situado donde
actualmente es el costado este del parqueo del centro de convenciones Olof
Palme. Era un edificio esquinero grande, en cuyo patio había un árbol de mango
y una pileta tipo lavandero. Frente a este edificio esquinero quedaban los
famosos raspados La Riviera, sitio al cual los estudiantes acudíamos con
frecuencia en los ratos de descanso, para degustar un raspado o un delicioso
refresco.
Las clases del primer año (1957), por la tarde, eran: dibujo al
carboncillo sobre páginas de papel de empaque. Poníamos varias hojas de papel sobre
una tabla que inclinábamos unos 65 grados en un caballete de madera en el que nos
sentábamos a horcajadas. Las páginas se iban doblando hacia atrás para hacer
otros dibujos. Utilizábamos borrador de goma para rectificar los dibujos y barras
de tiza para acentuar los brillos, y para ¨difuminar¨ los tonos utilizábamos los
dedos. Otra técnica era el dibujo al pastel en cartulina negra. Los modelos por
lo general eran ¨naturalezas muertas¨. Luego trabajamos al aire libre (en el
barrio El Paraisito, costa del Lago Xolotlán, las vías férreas cerca del Parque
Frixione, y otros lugares), practicando el estilo paisajista y empleando las
técnicas del pastel o del carboncillo. La pintura al óleo estaba reservada para
alumnos con más práctica (arriba del primer año de estudio).
Por la mañana recibía clase de escultura impartida por el profesor
Fernando Saravia, donde modelaba con barro seco, arcilla o plastilina. Con ese
material copiaba modelos tridimensionales, como por ejemplo: una mano cogiendo
una piedra –que se suponía era una reproducción de la mano de David recogiendo
una roca para colocarla en su honda-, un busto de Voltaire, una escultura completa
de David, el busto de una dama florentina, y una escultura de Perseo
sosteniendo la cabeza de Medusa, etc. Para mantener frescas las figuras de
barro y evitar que se agrietaran, las envolvíamos en paños húmedos al finalizar
la jornada. Los trabajos de escultura del primer año eran reproducidos vaciando
yeso sobre la figura que habíamos modelado en barro utilizando los dedos, desbastadores,
y vaciadores con mango de madera y lazos de alambre en la punta. El molde o ¨negativo¨
de la figura era vaciado con yeso para obtener el ¨positivo¨, o sea la figura
tridimensional que habíamos copiado. Para el vaciado también utilizamos una
mezcla de cemento y arena, con varillas de hierro o alambre para reforzar la
estructura dependiendo del tamaño y altura del objeto. Un trabajo escultórico más
creativo, con imágenes propias concebidas por cada estudiante, fue el que
realizamos a partir del segundo año de estudios.
Desconozco el tiempo que estuvo la ENBA funcionando en el edificio cerca
de los raspados La Riviera. Lo que sí recuerdo es que en mi primer año de
estudios la ENBA ya estaba ahí. Estuvimos en ese lugar, aproximadamente 3
meses, ya que en el cuarto mes la ENBA se trasladó al edificio de dos pisos frente
al costado sur del Parque Central, donde comenzaba la Calle del Triunfo. Enfrente estaban las oficinas de La Nica (la
línea aérea de Nicaragua), y contiguo al local de Bellas Artes quedaba el
Instituto de Fomento Nacional (INFONAC).
En un artículo publicado por un diario nicaraguense el autor señala
equivocadamente, que el sitio frente al Parque Central fue el primer lugar
donde la ENBA comenzó a funcionar después de su creación. En realidad, el
primer lugar fue donde la ENBA operó en tiempos de Amador Lira, su fundador; el
segundo lugar, fue cuando la ENBA estuvo en la casa esquinera frente a los
raspados La Riviera, cuando el director ya era Don Rodrigo Peñalba; y el tercer
lugar, cuando se trasladó frente al costado oeste del Parque Central de
Managua. En este último local se encontraba funcionando la ENBA cuando ocurrió
el terremoto de diciembre de 1972. Después de ese triste evento las vicisitudes
de la ENBA son bastante conocidas.
Cuando la ENBA se encontraba instalada frente al Parque Central, el
profesor Saravia agregó la clase de cerámica.
Las piezas que eran confeccionadas por los alumnos eran horneadas en un
horno eléctrico que la ENBA había adquirido y que el propio Saravia operaba en
su área de trabajo. En lo personal, la
clase de cerámica me atrajo menos que la clase de escultura, pero recuerdo bien
que tuvo buena acogida y atrajo a muchas alumnas.
La ENBA comenzó a impartir clases de Historia del Arte, uno o dos días a
la semana, por la tarde. El expositor era el Poeta y Escritor Pablo Antonio
Cuadra, quien se auxiliaba de un proyector de diapositivas para ilustrar sus
exposiciones y comentar las clases, a las que asistía de muy buena gana, ya que
me gustaron mucho y consideraba que complementaban las clases de dibujo,
pintura y escultura que recibía. También, en el ala norte del edificio se
construyó un pequeño teatro experimental donde se impartían clases de Arte Dramático.
Por curiosidad asistí a varias de esas clases donde tuve el placer de conocer a
una dama que llegó a ser la Primera Actriz de Nicaragua: Doña Pilar Aguirre. Así
mismo, en el segundo piso del edificio de la ENBA comenzó a operar la Escuela
Nacional de Ballet, donde muchas jóvenes llegaban asiduamente a las prácticas
vespertinas de danza. De tal manera que la ENBA llegó a tener una actividad muy
intensa con clases de escultura y cerámica; clases de dibujo y pintura; y clases
de historia del arte, arte dramático, y danza.
En las clases de dibujo del segundo año pasamos de los modelos de naturaleza
muerta a dibujar el cuerpo humano, utilizando como modelo a una mujer desnuda que
adoptaba posiciones de pié o yacente sobre una tarima colocada en el centro de
la sala. Una vez que la modelo adoptaba su posición tenía que mantenerla hasta
que le tocara descanso. Cada alumno elegía el ángulo desde el cual quería
reproducir a la modelo. Empleábamos carboncillos para los dibujos y papel de
empaque. A medida que se realizaban los dibujos, Dn Rodrigo Peñalba, pasaba
supervisando el trabajo de los estudiantes y hacía breves observaciones a cada uno.
Una de las grandes virtudes de Dn. Rodrigo fue dejar que cada alumno
desarrollara su propio potencial artístico, con gran independencia.
En el segundo año hice amistad con un joven que llegó a ser uno de los
artistas plásticos mas reconocidos y cotizados de Nicaragua. Me refiero a
Orlando Sobalvarro. La historia de Orlando en la ENBA es la siguiente: Orlando era
sobrino de Don Julio, quien ejercía como vigilante nocturno y responsable del aseo
y mantenimiento del edificio de la ENBA, donde residía para ese propósito.
Orlando ayudaba a Dn. Julio en el mantenimiento, con el barrido y limpieza del
piso del inmueble, pero mientras llevaba a cabo esa tarea, se detenía detrás de
los alumnos que estaban dibujando sentados en el caballete y quedaba mirando el
dibujo y luego el modelo. Este comportamiento lo notó Dn. Rodrigo, quien
autorizó a Sobalvarro a limitar su horario como encargado de limpieza y
participar como un alumno más en las clases. Este fue el inicio de la brillante
carrera pictórica de Orlando Sobalvarro en la ENBA, que él se encargó de
desarrollar luego con profesionalismo y pasión artística. Con Orlando cultivé buena
amistad que se mantuvo durante los años que él vivió.
Otro estudiante destacado que conocí durante mi segundo año en la ENBA
(1958), fue: Silvio Miranda, un joven sordomudo, originario de la Isla de
Ometepe, que era una verdadera promesa del arte pictórico de Nicaragua. En
algunas de sus pinturas al óleo yo percibía los efectos de un trazo fuerte,
similar al de alguno de los pintores impresionistas franceses. Lamentablemente,
Silvio murió ahogado en el Gran Lago durante una travesía borrascosa. La muerte
de Silvio ocurrida el 4 de marzo de 1971, fue una verdadera pérdida para el
arte pictórico nicaraguense.
También tuve amistad en mi segundo año en la ENBA (1958) con un joven
llamado Dino Aranda. Era hijo de un productor de materiales de construcción, de
Managua, cuyo negocio era conocido como Ladrillería Aranda. Dino tenía un gran
potencial como artista plástico, pero lamentablemente se fue del país y yo
perdí el contacto con él.
Al cerrar cada ciclo anual de dibujo, pintura y escultura, la ENBA
organizaba una exposición al aire libre con las obras realizadas por los estudiantes.
La exposición duraba varios días y se realizaba en la acera amplia del Parque
Central, frente a la escuela. Yo tuve el privilegio de participar con mis
trabajos personales en las exposiciones anuales de 1957 y 1958.
Mi primer año como alumno becado de la ENBA fue en 1957. Cursé todas las
clases de ese año y también las del año 1958. En mayo del año 1959 mi padre
falleció y entonces opté por quedarme y acompañar a mi familia en Matagalpa.
En 1960 regresé a Managua y me dedique durante dos años a sacar una
carrera técnica de contabilidad en la afamada y recordada Escuela Nacional de
Comercio, que era una verdadera facultad en ciencias contables y comerciales. Tal
era la fama de ese centro, que las empresas no vacilaban en contratar a los
egresados del mismo.
Esto me permitió trabajar durante el día y estudiar por la noche, lo
cual hice así hasta completar el bachillerato y empezar inmediatamente los
estudios universitarios. Fueron años de bastante sacrificio personal y
familiar, ya que para entonces yo estaba casado.
Mi retiro de los estudios formales en la Escuela Nacional de Bellas
Artes marcó el final de mi beca en esa recordada Escuela, pero de ninguna
manera puso un punto final a mi afición y admiración por la pintura, la
escultura, el dibujo, y otras manifestaciones artísticas, que aún conservo y
practico en alguna medida.