LA VEJEZ EN LA HISTORIA
Por: José Márquez Ceas
(1) El período de mayor gloria
para los ancianos tuvo lugar en el tiempo de las culturas primitivas. Entonces
la longevidad era motivo de orgullo para el ¨clan¨ que consideraba a los
ancianos depositarios del saber y la memoria que los conectaba con los antepasados.
Los brujos y chamanes, que también ejercían labores de sanación, de jueces y de
educadores, eran
igualmente hombres mayores.
En las sociedades antiguas
alcanzar edades avanzadas significaba un privilegio, una hazaña que solo podía
lograrse con la ayuda de los dioses. Por tanto, la longevidad equivalía a una
recompensa divina dispensada a los justos.
En la Grecia antigua cambió la
percepción del papel del anciano en la sociedad a partir del momento en que el
lenguaje se volvió escritura. Se advierte entonces el horizonte cultural de la
excelencia (areté), la exaltación al heroísmo y a la plenitud, la concepción griega
de sus héroes como semidioses.
Al producirse el giro del mito
al logos, la percepción naturalista, el sentido de perfección de los griegos desplazan
al viejo a una situación desmedrada. Para los griegos adoradores de la belleza, la
vejez, con su deterioro inevitable, significaba una ofensa al espíritu y motivo
de mofa en sus comedias.
La excepción fue Esparta. Los
espartanos despreciaban lo cómodo y lo agradable. El régimen espartano tenía un
senado (Gerusía) compuesto por veintiocho miembros, todos con edades de más de
sesenta años.
Atenas fue diferente. Los
ancianos fueron perdiendo poder desde la época arcaica. En tiempos de Homero
(mediados del S. VIII a.C.) ¨el consejo de los ancianos¨ sólo era un órgano
consultivo. Las decisiones las tomaban los jóvenes. En el período de Solón (640-560
a.C.) el poder se concentraba en el Areópago,
institución aristocrática de personajes inamovibles compuesta de ancianos
arcontes. Tenían amplios poderes parecidos a los de la Gerusía espartana.
Con la llegada al poder de los
demócratas el Areópago perdió sus facultades políticas y judiciales quedándoles
sólo las honoríficas. Los ancianos no volvieron a tener un papel importante.
Atenas, en general, permaneció fiel a la juventud.
(2) La otra gran fuente cultural
de nuestra civilización occidental proviene de la tradición hebreo-cristiana,
cuya historia la encontramos en las 45 obras del Antiguo Testamento que abarcan
un lapso de aproximadamente un milenio de acontecimientos.
Durante el nomadismo de los
hebreos los ancianos cumplieron una función importante en la conducción de su
pueblo. Moisés tomaba las decisiones en consulta
directa con Dios, que le dice: "Ve, reúne a los ancianos de Israel y diles..".
Yahvé le ordena también "Vete delante del pueblo y lleva contigo a los ancianos
de Israel".
En Números, encontramos la
creación del Consejo de Ancianos: Yahvé dijo a Moisés: ¨Elígeme a 70 varones de
los que tú sabes que son ancianos del pueblo y de sus principales, y tráelos a
la puerta del tabernáculo para que te ayuden a llevar la carga y no la lleves
tú solo". Los ancianos fueron investidos de una misión sagrada, ser portadores
de un espíritu divino. En cada ciudad el Consejo de Ancianos era todopoderoso y
sus poderes religiosos y judiciales incontrarrestables.
Después del 935 a.C. comienza la
discrepancia con el Consejo de Ancianos. Durante el período de los reyes los
soberanos respetaban las atribuciones de los ancianos y hay múltiples
referencias de armonía entre el soberano y el Consejo.
A la muerte de Salomón, tras
cuarenta años de reinado, lo sucedió su hijo Roboam, quien tuvo una actitud
diferente y desechó la opinión de los ancianos. La imagen de los viejos comenzó
a deteriorarse.
El exilio fue una de las
experiencias más traumáticas para el pueblo Israelita. La derrota militar (586
a.C.) y la conquista de Jerusalén por los babilonios significó el término de
seiscientos años de reinado davídico. Sólo durante los ochenta años de gobierno
asmoneo (120-60 a.C,), los judíos conocieron una independencia política que no volverían
a conocer sino hasta la proclamación de la independencia del Estado de Israel (1948).
El exilio mejoró la posición de los
ancianos. Pero no solo los ancianos sino también varones maduros intervinieron
en la vida pública. Este modelo se mantuvo en la organización de la sinagoga,
presidida por un colegio de ancianos que formaban también parte del
"sanedrin" compuesto por 71 miembros representantes de la aristocracia
laica (ancianos) intérpretes de la ley (escribas) y de las grandes familias
sacerdotales.
Después del siglo V los ancianos
van perdiendo influencia política. Pero en
términos generales el anciano en el mundo hebreo ocupó un lugar relativamente
importante basado en la dignidad que se le otorgaba en la Torá.
(3) Otra fuente importantísima
de nuestra civilización occidental a consultar en cuanto al trato a los
ancianos, es la cultura romana.
La época de oro para los
ancianos fue la República. En el siglo I antes de nuestra era, Augusto, el
sobrino y heredero de Cesar, tras cruenta lucha por el poder, inauguró un nuevo
período, floreciente para las artes y la economía, aunque también, comenzó la
declinación del poder del Senado y los ancianos, el cual se mantuvo menguado
durante todo el Imperio.
Al perder el poder familiar y
político y luego de haber concentrado la riqueza, la autoridad y la impopularidad,
los ancianos cayeron en el desprecio y sufrieron los rigores de la vejez.
Sin embargo, los romanos habían
construido un mundo desprejuiciado y tolerante, donde se luchaba por el poder,
pero en el que no había segregación por razones de raza, religión o ideología. Los
romanos; criticaron a los individuos, pero no así a un período de la vida, como
la vejez o ancianidad, por tanto mantuvieron la dignidad de los ancianos.
En términos generales el imperio
romano le dedicó mucha atención a los ancianos y se plantearon los problemas de
la vejez desde casi todos los aspectos: políticos, sociales, psicológicos,
demográficos y médicos.
Desde el siglo VI la Iglesia fue
casi la única institución de unión de una adolescente Europa Occidental,
emergente de los escombros del Imperio. Fue una época de contrastes y
confusión, de yuxtaposición de costumbres bárbaras y romanas. Primó la ley del
más fuerte, por tanto, los ancianos estaban desfavorecidos.
La Iglesia no tuvo una
consideración especial para los viejos. Un ejemplo es La "Regla del
Maestro", reglas monásticas del siglo IX ( que desplaza a los ancianos a
labores de portero o pequeños trabajos manuales.
Alrededor del año mil, la
Iglesia impuso a la población rural y luego a la aristocracia, la monogamia y
la exogamia (no casarse con una prima), lo cual se tradujo en una familia
estable y, por ende, más protectora de los ancianos.
(4) En el mundo moderno (comienza
en el S. XV), el pensamiento liberal y sus consecuencias políticas
revolucionarias derivaron en la formación de repúblicas (entrada en vigor de la
constitución de los EE.UU. en 1789) lo que significó un cambio de poder, pero
también la aparición de un nuevo contingente de ciudadanos: los burócratas.
Antes de las revoluciones
liberales el poder se asentaba en los reyes y sus familiares, y en el círculo
próximo de la nobleza. El Estado se identificaba con personas concretas. En
cambio, el Estado moderno era impersonal, reglamentado y el poder era
representativo. Se entiende que en este sistema surgiera la progresiva
despersonalización y el creciente predominio de los burócratas.
Un hito significativo es la
jubilación, palabra tomada del latín "jubilare" que significaba
"lanzar gritos de júbilo". En su origen nació como recompensa a los
trabajadores de más de cincuenta años. Ya en 1844 se conocen pensiones otorgadas
en los Países Bajos a los funcionarios públicos. En Francia los primeros en
obtenerlos fueron los militares y funcionarios públicos; luego los mineros y
otras labores consideradas peligrosas.
De una gratificación benevolente
se pasó a un derecho adquirido para dar una pensión vitalicia después de cierta
edad, en la cual, probabilísticamente, hay una declinación de rendimiento. Así
se crearon los sistemas de seguros sociales y todo un modo de estudio de probabilidades
de sobrevida.
(5) En nuestro mundo contemporáneo
conviven múltiples tradiciones que expresan una gran complejidad, destacando
tres características relevantes.
--La complejidad, que hace
inevitable el pluralismo. El abigarramiento en grandes mega-ciudades en las
cuales nunca antes cohabitaron tantas generaciones simultáneamente (subproducto
del aumento de la esperanza de vida).
--La secularización, producida
desde la creación de los Estados modernos que ha contribuido a una concepción
más autonómica de las personas.
--La Tecno-ciencia, que ha
modificado todos los ámbitos de la vida humana. Esta cultura tecno-científica
es la que más ha influido en la vida de los viejos.
Entre las sociedades democráticas
neo-tecnológicas el grupo de mayor velocidad de crecimiento es la población
sobre los 85 años. La prolongación del lapso pos-jubilación conlleva un
empobrecimiento progresivo, y mayor necesidad de asistencia médica. El
porcentaje de menores de 15 años disminuye y las tasas de fecundidad y
natalidad continúan descendiendo.
Pero lo que más destaca en
nuestro tiempo es la actitud de desprecio, burla y desvalorización hacia los
viejos, de parte de la sociedad actual y especialmente de los jóvenes
inconscientes que todavía no realizan que ellos llevan encima a un viejo. A esos
jóvenes les recomiendo leer el poema ¨Canción de otoño en primavera¨, de
nuestro Inmortal poeta, Rubén Darío.
Alguien dijo en tono irónico (estoy
seguro que fue un viejo), que la juventud es una enfermedad que solo el tiempo se
encarga de curar. La verdad es que es una bella etapa de la vida que debemos
disfrutar con responsabilidad, sabiendo que cada día somos mas viejos.
Pero también corresponde a los
ancianos llevar con dignidad su vejez. Muchos se tiñen el cabello y alisan su
piel con operaciones cosméticas, buscando aparentar ser más jóvenes, sin darse
cuenta de que pueden caer en el ridículo.
Recuerden que Eclesiastés dice que si contemplamos la
existencia humana desde la perspectiva del aquí y el ahora, no tenemos otra
alternativa que asumir una postura totalmente pesimista y fatalista: “Vanidad de
vanidades… todo es vanidad. ¨Hay un tiempo señalado para todo, y hay un tiempo
para cada suceso bajo el cielo¨. ¨Lo que es, ya ha sido, y lo que será,
ya fue. ¨No hay
nada mejor para el hombre que gozarse en sus obras, porque esa es su suerte.
Porque ¿quién le hará ver lo que sucederá después de él?¨.
Me gustó el video ¨Llegar a viejo¨ del cantante español,
Joan Manuel Serrat, que me envió mi sobrino Martín Loredo Márquez, y que comparto
con mis amigos de FB como parte de este artículo. Les invito a escuchar el
discurso y la canción de Serrat.
Llegar a viejo.
Joan Manuel Serrat
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