UNA VISITA A
ZARAGOZA, ESPAÑA
Por: José Márquez Ceas
Durante un viaje a España en el
año 2004, acompañado de mi esposa, Carmen Regina Lacayo Oyanguren, visitamos la
ciudad de Zaragoza en la comarca y provincia del mismo nombre, comunidad
autónoma de Aragón, al noreste de España, cerca de la zona pirenaica.
Zaragoza está a orillas de los ríos Ebro, Huerva
y Gállego, y del Canal Imperial de Aragón. Se encuentra a 300 km de Madrid.
Posee una Reserva Natural dirigida de los Sotos y Galachos del Ebro. Los sotos
son un ecosistema de bosques y aves a orillas del río; y los galachos son los
antiguos meandros abandonados por el cambio del cauce del río, que han formado varias
lagunas, islas y bosques de ribera.
La fiesta mayor de la ciudad es
en honor a la Virgen del Pilar (el 12 de octubre). El patrón de la ciudad es
San Valero (29 de enero).
La ciudad ostenta los títulos de
Muy Noble, Muy Leal, Muy Heroica, Muy Benéfica, Siempre Heroica e Inmortal. En su mayoría esos títulos son debidos a la
resistencia heroica de la ciudad durante la Guerra de la Independencia española
(1808-1814) contra el ejército napoleónico.
El nombre de la ciudad se deriva
de Cesaraugusta, que cambió a Saraqusta, después a Saragusta y luego a Zaragoza. Saraqusta, fue
conocida como Medina Albaida porque la
mayor parte de sus casas estaban cubiertas de yeso y cal, fue la capital de la
Marca Superior española por su situación estratégica. Los musulmanes llegaron
en el año 714 y convirtieron la ciudad en un crisol de culturas: islámica, judía
y cristiana o mozárabe
Los conquistadores se instalaron
intramuros en Medina, el núcleo político administrativo. En ella estaba la
Mezquita Aljama que posteriormente, tras la ocupación cristiana, sería
consagrada como Catedral o Seo de San Salvador; el Zoco, donde se concentra la
actividad comercial; la Alcazaba, o residencia del gobernador, adosada a la
muralla, que disponía de un fortín en cada uno de los cuatro ángulos.
Dos lugares de referencia son el
¨Pozo de la torre del Trovador¨ y el ¨Patio de Santa Isabel¨, ambos en el
Palacio de la Aljafería, construido en
la segunda mitad del siglo XI por iniciativa de Al-Muqtadir como residencia de
los reyes hudíes de Saraqusta. También es lugar de observación y defensa de la
ciudad durante la época omeya y posteriormente en la época de taifas, palacio y
sede del rey y de su gobierno. Su importancia radica en que es el único
testimonio conservado de un gran edificio de la arquitectura islámica-hispana
de la época de las Taifas.
La estructura urbana no cambió
en lo sustancial. Los cambios más significativos fueron extramuros, como el
barrio nuevo creado con la llegada de la tribu bereber Sinhaya, en el siglo
VIII, que se asentó en la puerta sur y que con el tiempo fue ampliándose hasta
crear un espacio residencial; las instalaciones industriales, como el área alfarera
del barrio de San Pablo; la explanada conocida como Almusara (almozara) donde
se celebraban acontecimientos militares, religiosos, públicos u oraciones
multitudinarias; y los cementerios.
Para reforzar la seguridad de
los nuevos barrios y edificaciones, se construyó una gran cerca de adobe,
ladrillo y tapial dejando fuera La Aljafería. Tras la conquista cristiana en
1118, esta fortaleza se siguió edificando como residencia de los reyes de Aragón,
construyéndose el palacio mudéjar de Pedro IV, la iglesia o capilla de San
Martín y el palacio de los Reyes Católicos.
A partir de 1485 la Aljafería sirvió
de tribunal y cárcel de la Inquisición, pero las alteraciones de Zaragoza
obligaron a Felipe II a fortificarlo en el estilo de ingeniería militar
renacentista, y a partir de 1706, con la Guerra de Sucesión Española, se empleó
como cuartel militar. Actualmente es sede de las Cortes de Aragón.
Durante la visita a Zaragoza, recordé
la expedición militar del año 778 del rey franco Carlomagno, contra esta ciudad,
acción solicitada por una embajada enviada por el gobernador de la ciudad,
Sulayman ibn Yaqzan al-Arabi (ibn al-Arabi), en su lucha contra el emirato de
Córdoba, a cambio de garantizarle a Carlomagno el apoyo de toda la Marca o
Frontera Superior española.
En la primavera del 778 una
columna del ejército franco penetró por el Pirineo oriental mientras que otra,
mandada por Carlomagno, penetró por los puertos de Ibañeta y Roncesvalles en el
Pirineo navarro. Se reunieron en las cercanías de Pamplona y tras someter esta
ciudad y obtener la pleitesía de Huesca, se dirigieron a Zaragoza.
Sulayman al-Arabi salió a
recibir a su aliado Carlomagno, pero su lugarteniente, al-Husain ibn Yahya
al-Ansari, que había quedado al mando de la ciudad, cerró las puertas de la misma
y se negó a abrirlas a los francos. Ante la imposibilidad de afrontar un
asedio, que se presumía largo por la fortaleza de las murallas de Zaragoza, la
lejanía del aprovisionamiento francés y conatos de rebeldía en su reino, Carlomagno
decidió levantar el sitio de la ciudad y volver a Francia.
En agosto del año 778, durante el
cruce de las zonas pirenaicas, la retaguardia del ejército franco fue atacada
por montañeses pirenaicos, o musulmanes, siendo aniquilada sin que el grueso
del ejército francés, que ya había pasado, supiese lo que estaba ocurriendo. En
la batalla murieron varios nobles del séquito de Carlomagno, entre ellos Roldán
(Rolando), Prefecto o Duque de la Marca de Bretaña. La expedición a Zaragoza, y
la batalla de Roncesvalles y muerte de Roldán, fueron recogidas en varios
cantares de gesta y relatos legendarios de los que el más conocido es el
llamado Cantar de Roldán, que casi todos hemos tenido la oportunidad de leer
alguna vez.
Otro hecho histórico que recordé
fueron ¨Los Sitios de Zaragoza¨, los dos asedios sufridos por la ciudad durante
la Guerra de la Independencia (junio 1808 y diciembre 1808), que enfrentó a las
fuerzas españolas contra los ejércitos de ocupación bonapartistas. Los sitios
de Zaragoza legaron un gran número de héroes y leyendas a la tradición popular,
y han sido fuente de inspiración para varios escritores y músicos.
Con la conquista de la ciudad en
1118 por el rey de Aragón Alfonso I El Batallador, la mezquita mayor es
progresivamente sustituida por una catedral románica y luego gótica-mudéjar. En
este último estilo son erigidas varias iglesias de importancia como: San Pablo,
llamada la tercera catedral y construida fuera del entorno de las muralla; San
Gil; San Miguel de los Navarros; o La Magdalena. Todas ellas del siglo XIV incorporando torres
mudéjares profusamente ornamentadas y utilizando el ladrillo, material noble en
la arquitectura zaragozana, avalado por su utilización en la propia sede de la
arquidiócesis metropolitana.
Nuestra visita imperdible fue a
La Seo, la primera catedral cristiana de Zaragoza, construida bajo la
advocación de San Salvador. La Catedral se levanta junto al Río Ebro, sobre el
mismo lugar que ocuparon el templo romano del foro de Caesar Augusta, la
iglesia visigoda y la mezquita mayor musulmana, cuyo minarete todavía perdura
la impronta en la torre actual.
Regina y yo disfrutamos de la
arquitectura exterior de la Catedral; de su majestuosa puerta de entrada; de
sus espaciosas naves; de la imaginería; de los altares y capillas; y de otras
bellezas internas.
En el exterior, frente a la
Catedral, hay una plaza con varias esculturas. Una de ellas es una fuente
baja, con dos niños cargando sendos peces que arrojan agua por sus bocas. Otro
elemento notable de esta plaza es el Campanario, el cual tiene unas características
arquitectónicas interesantes que por brevedad de este artículo lamento no
comentar ahora.
En una foto que ilustra este
artículo aparece Regina con el fondo de la fortaleza-palacio de la Aljafería. En
otra, está en la plaza cerca de la fuente de los niños con pescados, arrojando
migas a las palomas. En las otras dos aparezco yo en la plaza, y al fondo se
aprecian el Campanario y otros detalles.