Por: José Márquez Ceas
Hay un conocido proverbio que se atribuye al filósofo inglés Thomas Hobbes (1588-1679) que reza: ¨Homo homini lupus est¨ (el hombre es lobo para el hombre). Los historiadores remontan esa expresión hasta el escritor romano de comedias, Tito Maccio Plauto (254 a,C.), quien dijo: ¨lobo es el hombre para el hombre, cuando desconoce quién es el otro¨ (Lupus est homo homini, non homo, quom qualis sit non novit). Con esa expresión se da a entender que el hombre se comporta frente a sus congéneres como una de las bestias más salvaje y sanguinaria que conocemos: el lobo.
Hay un conocido proverbio que se atribuye al filósofo inglés Thomas Hobbes (1588-1679) que reza: ¨Homo homini lupus est¨ (el hombre es lobo para el hombre). Los historiadores remontan esa expresión hasta el escritor romano de comedias, Tito Maccio Plauto (254 a,C.), quien dijo: ¨lobo es el hombre para el hombre, cuando desconoce quién es el otro¨ (Lupus est homo homini, non homo, quom qualis sit non novit). Con esa expresión se da a entender que el hombre se comporta frente a sus congéneres como una de las bestias más salvaje y sanguinaria que conocemos: el lobo.
La historia destaca la animalidad del hombre contra el
hombre. El ejemplo más humillante y vergonzoso de todos, es la esclavitud de
seres humanos por otros seres humanos, en Egipto-Antiguo, Grecia-Antigua, el
Imperio Romano, y EE.UU. (hasta la Guerra Civil) en la época moderna.
Otros ejemplos de hechos crueles y sangrientos han sido: las
masacres de cristianos y musulmanes en las Cruzadas, que en nombre de la
religión católica produjeron más de 5 millones de víctimas a lo largo de 3
siglos y medio; el exterminio masivo de 6 millones de judíos por instrucciones
de Hitler; la masacre en Katyn (Polonia), de más de 10,000 víctimas entre
oficiales del ejército, policías,
intelectuales y otros civiles, llevada a cabo en 1940 por la policía secreta
soviética dirigida por Lavrenti Beria; las ejecuciones masivas ordenadas por el dictador soviético
Joseph Stalin, bajo cuyo imperio se produjeron más 20 millones de víctimas
mortales; las 214,000
víctimas directas de las hecatombes nucleares de Hiroshima y Nagasaki,
provocadas por los EE.UU.; las 114 millones de víctimas mortales, civiles y
militares, de la Primera y Segunda Guerra Mundial, sin incluir los heridos; y
recientemente, las víctimas civiles y militares de las Guerras del Pacífico,
Vietnam, Afganistán, El Golfo, y Kosovo, entre muchas otras.
Mención aparte merece el genocidio contra los indígenas
americanos. Al respecto, el ministro de Defensa de Bélgica, André Flahaut, sostuvo en 2004 que en América
del Norte se cometió el mayor genocidio de la historia mundial ya que fueron asesinados
15 millones de indígenas desde que Cristóbal Colón puso pie en este continente
en 1492, y sugirió que el exterminio continúa hasta hoy. Otros 14 millones
fueron masacrados en América del Sur y aunque la cantidad de víctimas no se
puede saber con certeza, sí existen pruebas irrefutables de una campaña
deliberada de exterminación, despojo y aculturación de los pueblos nativos.
La historia muestra
también las acciones sangrientas y mortales que se cometieron en contra de
altas personalidades intelectuales, militares, políticas y religiosas en todo
el mundo, por temor a los movimientos que representaban esos líderes y/o por
las ideas y valores que pregonaban. Entre estos casos podemos citar, al margen
de cualquier juicio de valor, los siguientes: los magnicidios en contra de Julio
César, Abraham Lincoln, y John F. Kennedy; el asesinato del Archiduque
Francisco Fernando, heredero del trono austro-húngaro (1914), que fue uno de
los desencadenantes de la Primera Guerra Mundial; los asesinatos de Mahatma Gandhi
y Martin Luther King; y la vergonzosa ejecución del monje dominico Giordano
Bruno, ordenada por la iglesia católica a través de Inquisición romana.
También debemos
destacar el juicio y ejecución del filósofo griego Sócrates (siglo IV a.C.),
acusado falsamente de impiedad y de corromper a la juventud y condenado a morir
bebiendo la cicuta. Sócrates rechazó la evasión propuesta por sus discípulos y
amigos, prefiriendo acatar heroicamente la sentencia de muerte a pesar de ser
inocente, siendo consecuente con su pensamiento de respetar las leyes y
disposiciones de las autoridades legales, aunque no estuviese de acuerdo con
ellas.
Pero de todos los
magnicidios cometidos, donde quedó plasmada la imagen del hombre como una
verdadera bestia salvaje y sanguinaria, es el juicio y ejecución de Jesús de
Nazaret, el hecho más notable y trascendental para la humanidad
entera.
Frente a la
bestialidad de las autoridades romanas y judías y ante la vociferación de la
turba frenética que le condena a la tortura seguida de una muerte ignominiosa
en la cruz, es impresionante la majestad, la mansedumbre y el amor de Jesús,
que en el paroxismo de su martirio perdona a sus verdugos ¨porque no saben lo que hacen ¨.
La conclusión final
que se impone es que en todos los sucesos que hemos mencionado el hombre
efectivamente se comportó como un lobo para el hombre. Se trata simplemente de señalar
hechos y realidades que no se pueden negar.
Sin embargo, ante la
furia irracional y sanguinaria que el hombre ha desplegado históricamente,
debemos contraponer las producciones místicas, religiosas, morales, éticas,
filosóficas, literarias, musicales y poéticas. Entre ellas ellas podemos citar
como ejemplo: el Bhagavad-Guita, los Upanishads, los Puranas y Brahmasutras,
que conforman la base de la Filosofía Vedanta; la Doctrina Budista de Las
Cuatro Nobles Verdades; las enseñanzas filosóficas, cosmológicas, religiosas y
morales del Tao Te King, de Lao-Tse; los preceptos éticos, morales, religiosos
y jurídicos de los judíos, emanados del Tanaj (Antiguo Testamento), incluyendo
la Toráh y las exégesis de la Mishná y el Talmud; y, finalmente, la Doctrina
Cristiana del Nuevo Testamento transmitida por los evangelios y las cartas de
San Pablo, agregando la moderna Doctrina Social de la Iglesia y las encíclicas
papales. Todas esas producciones, más la
inagotable producción musical y poética, entre otras, señalan las cumbres más
elevadas que el hombre ha alcanzado en
el proceso de su evolución espiritual.
Es cierto que la
opinión general considera que el lobo es una bestia salvaje que jamás podrá ser
domesticada. No obstante, algunas obras literarias basadas en hechos reales nos
exponen facetas donde ese animal feroz y salvaje muestra rasgos de mansedumbre
que se sobreponen al mero instinto animal, gracias al cariño y al buen trato
dispensados al animal por su amo, tal como ocurre en la novela ¨Colmillo
Blanco¨ del escritor Jack London (1876-1916).
Algo similar pero a
la vez distinto, es el caso del Lobo de Gubbia, que llegó a ser un lobo manso
bajo las tiernas admoniciones de San Francisco de Asís, pero que luego se torna
de nuevo en una bestia feroz y sanguinaria, como lo expone en su magistral
poema ¨Los Motivos del Lobo¨ nuestro eximio vate, Rubén Darío. Al final, el
poema cita con lujo de detalles las razones que tuvo el lobo para convertirse
nuevamente en una bestia sanguinaria, y así dice cuando el santo de Asís le
reclama por su comportamiento:
«Hermano Francisco, no te acerques mucho...
Yo estaba tranquilo allá en el convento;
al pueblo salía,
y si algo me daban estaba contento
y manso comía.
Mas empecé a ver que en todas las casas
estaban la Envidia, la Saña, la Ira,
y en todos los rostros ardían las brasas
de odio, de lujuria, de infamia y mentira.
Yo estaba tranquilo allá en el convento;
al pueblo salía,
y si algo me daban estaba contento
y manso comía.
Mas empecé a ver que en todas las casas
estaban la Envidia, la Saña, la Ira,
y en todos los rostros ardían las brasas
de odio, de lujuria, de infamia y mentira.
Hermanos
a hermanos hacían la guerra,
perdían
los débiles, ganaban los malos,
hembra
y macho eran como perro y perra,
y
un buen día todos me dieron de palos…
Y
su risa fue como un agua hirviente,
y
entre mis entrañas revivió la fiera,
y
me sentí lobo malo de repente;
más
siempre mejor que esa mala gente ¨
A pesar del epílogo
fatalista del poema de Darío y del amargo mensaje que encierra (el hombre es una bestia más cruel que el mismo
lobo), y a pesar, también, de la imagen sangrienta que la historia presenta
del hombre, yo, al igual que muchos, preferimos creer que el acervo espiritual,
ético, moral, religioso y filosófico contenido en las producciones humanas a
las que hicimos referencia, ha sido y seguirá siendo en el presente y en el
futuro un muro infranqueable que atenuará el furor animal del hombre contra sus
semejantes.
Finalmente, no
debemos perder la esperanza de que llegará el día en que sea una realidad plena
la más excelsa de las enseñanzas amorosas predicadas por Jesús de Nazaret
durante su ministerio, la que señala que el segundo mandamiento más importante
para el creyente es el que dice: ¨Amarás
a tu prójimo como a ti mismo¨, pero enmarcado en el más importante de todos
los mandamientos, aquel que dice: ¨Amarás
a Dios, por sobre todas las criaturas y por sobre todas las cosas¨.